Seguramente estarás de acuerdo con esta afirmación: ser puntual es una señal de respeto y cortesía. Demuestra que tienes sentido de la responsabilidad y que te tomas en serio tus obligaciones. Aunque quizás no habías pensado en este aspecto: la puntualidad también refleja lo organizado y motivado que estás. Por lo que habla claramente de tu compromiso profesional, responsabilidad y empatía con las demás personas.
Al tener el hábito de la impuntualidad la gente te mirará como si fueras desconsiderado. Incluso pueden pensar que llegas tarde a todo. Si esto ocurre a menudo, puede dañar tu reputación y afectar tus relaciones con los demás.
Llegar tarde al trabajo, llegar tarde a las reuniones con los amigos, llegar tarde a las citas, todo lleva a lo mismo: ser visto como alguien poco fiable.
La impuntualidad es un comportamiento nocivo que tienen muchas personas y consiste en transgredir permanentemente sus compromisos de llegar a tiempo a lo pactado; incluso cuando no existen motivos valederos para no cumplir lo acordado.
Es también una manifestación de convivencia social muy dañina, que perjudica a todos: el que llega tarde recibe todo tipo de consecuencias y hasta castigos -como dejarlo fuera de un proyecto tentador-; y el puntual se siente estafado y abusado en su confianza, y que le faltan el respeto.
Si bien pueden existir situaciones extraordinarias en las que una persona no logra ser puntual, se considera un “comportamiento de impuntualidad” cuando es una constante, extendida en el tiempo, y que la persona inventa todo tipo de argucias y hasta mentiras inconsistentes, porque claramente sabe que está en falta.
Por lo general, las personas caracterizadas como impuntuales dejan todo para último momento; no toman consciencia de lo perjudicial que es su conducta para el entorno; echan la culpa a sus ancestros -como si fuese un rasgo heredado-; se victimizan diciendo que tuvieron mucho que hacer; o, peor aún, se excusan diciendo “no es tan grave llegar 10 minutos tarde” ¿Te reconoces en algo de esto?
En muchos casos, apurados por las circunstancias, empiezan a inventar todo tipo de excusas y mentiras, que el tiempo mismo se encargará de develar, empeorando aún más su reputación.
Algunos posibles motivos adicionales son:
Si hablamos de quiénes son más impuntuales entre hombres y mujeres, la estadística evidencia que se manifiesta en partes iguales. Sólo que en el caso de las mujeres, a veces a propósito se comportan impuntuales en citas amorosas, como para marcar terreno y “hacerse desear”, según un informe de la consultora británica GetMe There.
En otro estudio realizado por la Escuela de Negocios de la Universidad de Nueva York, Estados Unidos se concluyó en general que las personas impuntuales llegan tarde, por más que sean conscientes de que esa conducta tendrá consecuencias.
La razón principal es que, en promedio, las personas en general suelen subestimar en un 40% menos cuánto tardarán en completar una tarea, lo que ya presupone un desfase importante en el manejo del tiempo para cumplir un acuerdo.
En otro estudio de la Universidad Estatal de San Diego, Estados Unidos, analizó el comportamiento de 181 operadores del metro de Nueva York, y evaluó que las personas con tendencia a ser multitarea eran más impuntuales.
Los neurocientíficos afirmaron que hacer múltiples tareas hace que sea más complejo que el cerebro procese los mecanismos de la llamada metacognición, el conocimiento propio de lo que estás haciendo; por lo que se pierde un punto de vista de ciertas cosas, por ejemplo, la noción del horario.
En el mismo estudio se descubrió que las personas que se orientan a logros son más puntuales y precisos respecto a los resultados, mientras que los más relajados y tranquilos no tienen tanta consciencia de las ventajas de ser puntual. Es decir, para ellos es casi normal ser laxos en este aspecto.
Lo que también se sabe es que en la impuntualidad influyen distintos rasgos cognitivos (del conocimiento), experiencias, y, también, trastornos psicofísicos. Esto se debe a que el tiempo, como es algo subjetivo en cuanto a su apreciación, se procesa con variables internas y externas. Por eso la visión de gestión del tiempo cambia según la edad, la cultura, las experiencias de vida, la personalidad, el estado de ánimo del momento, fármacos que se puedan estar tomando, el clima externo y los entornos.
Incluso influye el tipo de educación recibida. Por ejemplo, en personas que han tenido una educación rígida se tiende a ser menos impuntual que aquellos que fueron educados sin considerar a la impuntualidad como un problema.
Lo cierto es que la impuntualidad afecta de múltiples formas, ya que socava dos componentes esenciales de las relaciones humanas: confianza y credibilidad.
Otros factores que pueden influir en la impuntualidad son la sobreexposición a estímulos externos, como las redes sociales y estar conectados permanentemente, ya que producen distracciones y dan la sensación de que “todo lo importante pasa allí, en ese mundo virtual.”
Otra manifestación clara aparece en las grandes ciudades, donde toma mucho tiempo el desplazamiento de un lugar a otro. Y aquí los impuntuales encuentran la excusa justa.
De todas formas, desde el aspecto de la productividad, no hay nada que amerite ser impuntual, salvo casos muy excepcionales.
¿Y qué hay del estrés? Las personas muy estresadas tienen tendencia a ser más impuntuales. La sensación de no dar abasto con todo lo que quiere realizar una persona influye en el desenvolvimiento de la gestión del tiempo y de los compromisos, por lo que los afecta directamente en la productividad.
La contracara es el caso de personas muy exigentes: no se permiten ser impuntuales, y esto los lleva a programarse compromisos sin tomar el debido espacio entre uno y otro. Ahí aparece una falsa sensación de seguridad interna que les dice “podrás cumplir con todo”, cuando quizás no sea así.
La impuntualidad tiene un impacto directo en las relaciones, y por consecuencia, en la autoestima, ya que, por ejemplo, las personas se vuelven menos confiables para sus pares; son objetos de quejas, burlas y hasta son dejadas de lado por este rasgo recurrente de comportamiento. Esto los aísla y segrega.
En otro nivel, el impuntual manifiesta cierto desprecio por el tiempo de los demás; y hasta arrogancia por lo que interpreta como que “está en su derecho” el ser impuntual.
Si lo analizamos desde el ámbito laboral, llegar fuera de tiempo desanima y desmotiva a aquellos trabajadores más comprometidos con su horario y la empresa.
En general, las personas impuntuales buscan asistencia recién cuando les afecta en vínculos personales o profesionales que les interesan. Por ejemplo, si han perdido vuelos por llegar tarde y se quedan sin viajar por trabajo o placer; o cuando han perdido relaciones que tenían potencial de prosperar y la otra parte los abandona por la impuntualidad.
Ante esto, es posible reeducar el comportamiento, de menor a mayor, para empezar a ajustar gradualmente esa actitud permanente y reemplazarla por un mejor sistema de organización y gestión del tiempo. Claro que estos pasos necesitan de la cooperación de la persona, empezando por hacerse cargo de la vida -que incluye su responsabilidad personal-, y de las consecuencias que trae aparejado su comportamiento.
La mejor manera de dejar de ser impuntual es simplemente siguiendo estos consejos y practicándolos diariamente.
Primero, toma consciencia del perjuicio de faltar a tu compromiso de ser puntual; y luego, implementa estas estrategias: